Los niños de las zonas marginales de la capital estadounidense viven en medio de jeringas, polvos, heroína, infusiones colectivas y sueños frustrados. Muchos nunca podrán cambiar ese modo de vida.
Jimmy es el mejor ejemplo. Es un niño de 8 años, adicto a la heroína. Un niño precoz, con pelo abundante, ojos aterciopelados y con marcas de agujeros en sus delgados brazos.
Él es adicto desde los 5 años. Aun así hay una expresión angelical en su cara redonda y pequeña cuando habla acerca de su vida: ropa, dinero, los Orioles de Baltimore y la heroína.
El mundo de Jimmy son las drogas pesadas y el dinero fácil. Él cree en esa vida. Todos los días, los drogadictos le compran heroína a Ron, el amante de la mamá de Jimmy, en la sala de su casa. Ahí se dan el “hornazo” en la cocina y se inyectan en los dormitorios.
Jimmy prefiere este ambiente al de la escuela, pues sólo una asignatura le parece relevante para llevar a cabo sus sueños. “Quiero tener un auto, buenas ropas y un buen lugar para vivir” dice, “por eso, presto mucha atención a la clase de matemáticas porque me permitirá mantenerme cuando tenga algo que vender”.
“Usted puede usar esas habilidades en este tipo de negocio. Siempre habrá trabajo, formas de hacer dinero para hacer lo que quiera. Vender lo que la gente quiere comprar” dice en un tono pragmático.
Jimmy quiere vender drogas. Aunque sea en la calle más importante del Distrito, Condon Terrace, y allí algún día intercambiará heroína, como “Ron, mi hombre”. Y con ese dinero “compraría un pastor alemán, una bicicleta y talvez una pelota de baloncesto” dice, “y guardar el resto para comprar (heroína) y luego venderla”.
Ésta es una práctica para el curso de periodismo digital. Es una adaptación para la web del artículo falso del Washington Post "El mundo de Jimmy" escrito por Janet Cooke. Para ver la siguiente parte haga click.
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